sábado, 27 de abril de 2013


Crisis Global

A quien corresponda:

Bien como dijo Chavez: La crisis global del capitalismo tiene entre sus causas estructurales “La acumulación y concentración” de la riqueza en pocos países.
Hemos caracterizado esta crisis como una crisis sistémica del capitalismo, que ha chocado simultáneamente con sus límites metabólicos (escasez relativa de recursos naturales y destrucción de los servicios ambientales) y económicos (desacoplamiento entre el sistema financiero y el productivo, endeudamiento global y caída de la tasa de ganancia).
Sin embargo, a pesar la profundidad de la crisis no hay un proyecto reformista del capitalismo frente a ella como sucedió en las otras grandes crisis del pasado siglo (crisis de 1929 y II guerra mundial). EE.UU. ha sido en ocasiones anteriores quien ha liderado las reformas por ser el centro del sistema al conectarse en sus instituciones el subsistema privado (fundamentalmente multinacionales financieras, industriales, de comunicación y culturales) organizado en torno a Wall Street, con el subsistema público (fundamentalmente sus políticas monetarias, fiscales y militares) en torno a la FED y al dólar.
En esta ocasión EE.UU. tiene una deuda que lastra a toda la economía globalizada y que debilita al dólar como moneda reserva internacional. China, la gran economía acreedora, que ya ha adelantado en 2012 a EE.UU. en el ranking del comercio internacional, no puede sustituirlo en el liderazgo internacional por su estructura política dictatorial y su estructura económica insostenible social y ambientalmente.
La Unión Europea que podría haberse convertido en la opción reformista frente a la crisis por la fortaleza democrática y social de los Estados que la componen y por la configuración del Euro como segunda moneda reserva internacional, está siguiendo un incomprensible (con la información que disponemos) camino de autodestrucción político, social y monetario, hasta el punto de que se duda de que exista vida inteligente en sus instituciones.
La ausencia de una respuesta internacional a la crisis de carácter estructural y la propia dinámica de la globalización han provocado que el sistema político global haya entrado en un bucle contra el poder de la mayoría: el sistema internacional carece de instituciones con capacidad operativa real pero al mismo tiempo bloquea a las democracia estatales y subestatales.
El resultado de la parálisis de cualquier proyecto de reforma global y del bloqueo de los mecanismos políticos a todos los niveles es doble. Por primera vez desde la II guerra mundial la opinión pública ha dejado de tener influencia significativa en las soluciones (o en la falta de soluciones) que se están imponiendo, tanto a escala global como interna dentro de los Estado, con la frustración democrática que esto supone. En conexión con ello, los problemas y amenazas, como el cambio climático o la deuda global privada y pública (impresionante los datos que acaba de publicar a este respecto el Banco Internacional de Pagos) que originaron la crisis, se agravan y están mutando hacia fenómenos imprevisibles en un entorno de máxima fragilidad hasta el punto que lo que sucede en un pequeño Estado como Chipre, con poco más de un millón de habitantes, puede desencadenar un crisis internacional.
Los líderes del capitalismo saben que el problema no se resolverá volviendo a poner en marcha el motor del crecimiento, pero en vez de optar por reformas globales, como un nuevo sistema financiero internacional o la lucha real contra el cambio climático, actúan a diario para ganar más poder y transferir más rentas del trabajo (rentas primarias) y de lo público (rentas secundarias) hacia el capital, en una estrategia defensiva pero también suicida por su incapacidad para enfrentarse a los gravísimos e inaplazables problemas que amenazan a la humanidad, como la catástrofe ambiental, y que agudizan las contradicciones sociales (desigualdad y pobreza) hasta la frontera de lo soportable.

Frente a la concepción de cierta izquierda que desprecia la democracia bien por considerarla “una superestructura” secundaria frente a la igualdad económica bien por idealizarla hasta el punto que nunca es lo suficientemente “pura” para ser considerada como tal, dentro de una concepción “naif” de la política, pensamos que nunca ha sido tan importante como ahora la recuperación del poder democrático (cuanto más mejor) porque, además de sus virtudes “intrínsicas”, el capitalismo ha situado su anulación en el centro del conflicto. La salida a la crisis necesita que los intereses de la mayoría de la población consigan el poder político necesario para vencer a los que quieren defender sus privilegios aún a costa del futuro de la humanidad.
Comparto la opinión de la presidenta de Argentina (Cristina Fernandez) "Uno de los problemas más grandes en la actual crisis económica internacional es que no se cae una nueva idea, y si la hay es que no se la quiere ver, porque no se quieren perjudicar ciertos intereses".
Ciertamente, como resultado de la crisis económica-financiera internacional que se originó en los países desarrollados entre 2008 y 2009 se ha registrado durante los últimos años una clara tendencia de las naciones a adoptar medidas comerciales que afectan las relaciones tanto bilaterales como multilaterales.
Muchos países pretenden así resguardarse de los impactos que tiene en el intercambio mundial el proceso recesivo en las principales economías, como la de Estados Unidos y, más recientemente, las de Europa, donde hasta se pone en duda el futuro de la unión lograda por el Viejo Continente tras siglos y siglos de guerras iniciadas, precisamente, por razones económicas.
El comercio mundial se ha visto seriamente alterado por la reducción de la demanda interna en esos países desarrollados, por los efectos distorsivos de la aplicación de sus planes de estímulo para recuperar el consumo y, claro está, por sus propios excedentes de producción, que tienden a buscar ser colocados en mercados externos, como el argentino.
El resultado está a la vista: una avalancha de bienes que los países desarrollados intentan colocar en mercados de economías emergentes, incluido el nuestro, empujados por lobbies de sectores que fronteras adentro pugnan por sustituir con sus arbitrariedades las reglas más elementales del comercio internacional.
Recientemente, Estados Unidos, Japón y México, como antes la UE, plantearon quejas contra Argentina ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) por la supuesta restricción de la importación de bienes. Por supuesto, ello no constituye un proceso contencioso, sino que otorga a las partes una oportunidad de buscar una solución negociada a una diferencia antes de embarcarse en un proceso contencioso de solución de diferencias.
Argentina, cuyo intercambio deficitario con Estados Unidos, por ejemplo, desmiente cualquier intención en ese sentido, no tuvo más remedio que recordar por la misma vía el cierre totalmente injustificado del mercado norteamericano a sus carnes y particularmente a sus limones, del que es primer productor mundial y no se le permite allí vender ni uno solo desde 2001, lo cual sí que es violatorio de las normas de la OMC e involucra cientos de millones de dólares.
Y si los países más proteccionistas son los que compran menos, pues entonces la Argentina está lejos de serlo. En 2011, dentro del G-20, nuestro país fue el segundo que más incrementó sus importaciones. En cambio, medidos por su nivel de importaciones, Japón fue octavo y Estados Unidos, decimocuarto.
Los países desarrollados tienen que tener cuidado, porque si bien esta crisis los afecta, como a todos, no se puede pretender mantener todos los mercados y ostentar todo el tiempo una política comercial agresiva. Del otro lado hay naciones que tienen los mismos problemas.
En este contexto, hace falta diálogo, claridad y coherencia.
En 1933, inmediatamente después del histórico colapso de Wall Street, Estados Unidos abogaba por la defensa a los subsidios de la producción y, en cambio, rechazaba aquellos a la exportación.
Hoy, si las potencias comerciales no reaccionan positivamente y se dan cuenta de que hace falta establecer un acuerdo general frente a la crisis, van a terminar generando una guerra de denuncias cruzadas en busca de mantener un statu quo insostenible. Y seguir ese camino entre los estados, como en los vínculos personales, nunca termina bien.
En mi opinión, estamos viviendo un momento histórico de la Humanidad, no me queda ya duda. Tengo la sensación de que estamos pasando de la adolescencia a la edad  adulta. Que estamos empezando a "matar al padre", como diría Sigmund, porque el sistema patriarcal se cae a pedazos: el esperar que el papá Estado se ocupe de todo, se responsabilice de todo, me cuide y proteja, me diga lo que debo hacer... Todo este sistema basado en la comodidad, la falta de responsabilidad, el delegar en las instituciones estatales funciones privadas e individuales como la educación de nuestros hijos y el cuidado de nuestra salud, se está desmoronando.  El llamado Estado del Bienestar es muy cómodo, pero tiene un precio muy alto: nuestra sumisión, nuestra obediencia ciega, nuestra esclavitud y, en última instancia, nuestra muerte como seres humanos libres.
El camino de la recuperación está lejos de aquí. Cuando la crisis haya llegado a su fin, el mundo que conocemos habrá cambiado dramáticamente. Nadie crece en el mundo que le vió nacer, todo está siempre cambiando. Esta vez no será la excepción. La única diferencia es que estamos a punto de pasar a través de los cambios más rápidos que el mundo jamás haya visto.
No podemos esperar que los políticos cambien, porque son lacayos al servicio del poder. Y el poder los tiene a su servicio gracias a la corrupción y el dinero.El poder seguirá intentando perpetuarse, pues es lo propio del poder.
Luego no esperes que las cosas cambien afuera, el único cambio posible es el TUYO.
 

                                                                                                                  Por Froylan Valenzuela Rascon.

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